Tomado del muro de María Dolores Roura
Ahora que está de moda eso de que los ricos son ricos por su esforzado trabajo y que los pobres son pobres por vagos que quieren todo regalado, es necesario volverlo a recordar.
La ambición desbordada de las élites criollas, después de aventajarse del boom petrolero de los 70, a inicios de la década de los 80 acumularon deudas en bancos extranjeros que se volvieron inmanejables, entonces el Estado decide convertirse en garante y las sucretizó, es decir, las deudas adquiridas en dólares el Estado las transformó en sucres, asumiendo como pública la deuda externa privada, hipotecando al país a las condiciones impuestas por los acreedores externos.
Las deudas son de tal magnitud que se produce un escenario de mora estatal y privada, los acreedores externos perciben la poca responsabilidad financiera de los emprendedores ecuatorianos y el sobreendeudamiento del Estado y cierran las puertas a nuevos créditos; en este punto los “emprendedores” voltean los ojos a sus propios bancos y se conceden préstamos millonarios, no sin antes desplegar una maquiavélica campaña de promoción del ahorro y la inversión en pólizas a plazo fijo con la oferta de tentadores intereses, campaña tan bien orquestada que logró transformar a los ciudadanos comunes en chulqueros de su propia banca, hasta el punto que muchas personas vendieron sus propiedades, sus renuncias, etc. para prestarles a los bancos. Pero como tenían que sonar seguros, crearon la AGD como garante de esos depósitos, instancia que fue creada por el Congreso para que el Estado se haga cargo de las deudas “por si acaso” la banca privada no pudiera cumplir con sus acreedores ciudadanos.
En 1988 los bancos entran en crisis, entonces, el poder político que no era sino el instrumento a través del cual se perpetuaban las élites económicas, decretó el famoso “salvataje bancario” para permitir la entrega de créditos multimillonarios a la banca privada, para evitar quiebras inminentes. Pese a todo, el sistema bancario colapsó y en marzo de1999 se decreta un feriado bancario y posterior congelamiento de depósitos.
Para tranquilizar a los perjudicados por la banca cerrada, entregaron a los ciudadanos Certificados de Depósito Reprogramados (CDR), aquí asomaron otros buitres que se aprovecharon de las urgencias de la gente y compraron los CDR hasta en el 50% de su valor real, luego legislaron para que el Estado los compre a los valores nominales.
En el 2000 se decreta la dolarización con un dólar de 25.000 sucres y quienes tenían ahorros “congelados” en sucres recuperaron sólo una quinta parte de su plata, mientras que los que tenían créditos en dólares con entidades financieras (los mismos que se beneficiaron de la sucretización) vieron reducidas sus deudas a una quinta parte, beneficiándose una vez más de las decisiones del gobierno de turno y de las crisis provocadas.
Como resultado de este sistemático y sostenido maltrato por parte de las élites económicas domésticas, se vino el éxodo de millones de ecuatorianos que migraron en busca de mejores días para ellos, su familia y la patria. Pasan los años y son ellos, los migrantes, los grandes perjudicados por la sucretización, el salvataje, el feriado bancario, el congelamiento de las cuentas y posterior dolarización, los que, con sus remesas, sostienen la economía del país.
Por toda esta historia es que no tolero escuchar a ciertos empresarios, políticos y banqueros cuando dicen que sus fortunas las han labrado con su esforzado y honesto trabajo. Por eso me indigna hasta la intolerancia cuando los buitres insaciables dicen que las cargas tributarias y leyes laborales provocan el desempleo, cuando lo que quieren es que la mano de obra sea la mercancía barata en la cadena de producción.
No señores, ustedes no tienen derecho a llevarse fuera de la patria el dinero que lo hicieron aquí, en un país que les garantizó con fondos públicos sus deudas, que les favoreció con los dineros congelados del pueblo, que pagó sus deudas impagables con los fondos reservados del Estado, que les solapó en la explotación laboral con la tercerización y sueldos precarios, que les permitió amasar fortunas en base a la evasión sistemática, un país que permitió que las remesas de nuestros migrantes que ingresaron tributando terminaran en sus bolsillos y muchas veces volvieran a salir sin pagar tributos.
No señores, si ustedes sacaron divisas del país hacia paraísos fiscales o invirtieron en el extranjero el dinero que ganaron en el Ecuador en equívocas condiciones, ustedes no merecen el perdón del pueblo.