Por Pedro Cornejo

Si algo caracteriza al gobierno del presidente Noboa es su profundo compromiso con la transparencia… confidencial. Porque, claro, un programa de gobierno no se lanza, así como así. En este nuevo Ecuador, todo es secreto: el plan económico, la política energética, los acuerdos internacionales, incluso los viajes presidenciales. Lo que importa no es gobernar, sino mantenernos entretenidos adivinando. La estrategia es brillante: sin programa escrito, no hay promesas que incumplir, ni parámetros para evaluar. Críticas, ¿a dónde llegan si no hay nada firmado? ¿Fiscalización? Pero si ni siquiera hay dónde buscar. Total, solo son cuatro años.

Algunas mentes inquietas, sin embargo, han recogido pistas y rumores que permiten bosquejar lo que podría ser el verdadero “Plan Estratégico del Reino del Ecuador”, también conocido como “Gobierno Corporativo Anónimo”.

Para empezar, se habla de una gran reconciliación intercultural: la instauración del Estado Plurinacional, en alianza con Pachakutik, con tres sedes oficiales —porque uno solo es para países pobres—: en Yachay (sí, esa que enterraron), en el edificio de UNASUR (ese al que no sabíamos qué uso darle) y en el mismísimo Yasuní (para cerrar el círculo de coherencia).

En temas internacionales, se filtró que Perú recibiría con honores a Leónidas Iza y Guillermo Churuchumbi como huéspedes distinguidos, para que funden la Escuela Continental de Formación Política Tupac Amaru, bajo el lema: “Desde la montaña al Palacio”.

El exministro de Turismo, tras su meteórica carrera, sería nombrado presidente de la Asamblea, y desde allí impulsaría una ley especial para atraer turistas alemanes e ingleses post vacaciones en Mallorca, con destino final: Ecuador, el país de las promesas sin memoria.

En su última gira internacional (tan discreta como todo en este gobierno), Noboa habría firmado un convenio “altamente confidencial” con una potencia petrolera para construir una refinería ultramoderna, con asistencia técnica directa a la ministra Manzano. La planta refinará un millón de barriles diarios —como quien dice, otro Yasuní más— y a cambio, claro, se eliminarán los subsidios. Eso sí: ¡gasolina gratis por unas semanas para la foto!

También se concretó la construcción de la planta nuclear “más moderna del Pacífico” en El Aromo, ese terreno baldío que ya ha albergado tantos sueños fallidos. Y la seguridad, cómo no, está garantizada con asesores de dos potencias: una con base en Galápagos, y otra con amplia experiencia en exterminios colectivos en Medio Oriente. Adivine usted cuáles.

La exministra del Interior, ahora diplomática global, estaría gestionando el restablecimiento de relaciones con México, con una fórmula audaz: retiro de aranceles a cambio de perdón político. Porque el honor nacional también puede cotizar en bolsa.

En pago por los votos prestados por el PSC en la Asamblea, el alcalde de Guayaquil dejará de serlo este año. ¿Razón oficial? Hacer campaña política desde el cargo. ¿Razón real? Ser el único en el país que monopoliza el tráfico de combustibles.

Y como se avecina la Asamblea Constituyente, no se descarta que Ecuador vuelva a llamarse Reino de Quito, con su majestad Daniel I y su consorte Lavinia coronados por las casas reales europeas. Los presidentes latinoamericanos que no asistieron a su cumbre quedarán debidamente humillados.

La economía, por supuesto, está asegurada. Donald Trump ha prometido que las empresas que salgan de China por la guerra comercial se instalarán en Ecuador. Elon Musk, por su parte, financiará un centro de inteligencia artificial en el país. La disputa está entre la UDLA y la USFQ, en lo que se ha denominado la batalla de los campus VIP.

La Comisión de Notables estará integrada exclusivamente por millonarios con pelucas bien peinadas. Nada garantiza más el buen gobierno que la chequera.

En materia laboral, el país avanza hacia la modernidad: se eliminarán las indemnizaciones, se extenderá el período de prueba “hasta que el obrero aprenda”, y la capacitación será permanente, aunque la seguridad social quede “para después”. La meritocracia será tan real que habrá un reality show para emprendedores en cadena nacional, donde los mejores dejarán de ser informales para convertirse en dueños de kioscos con código QR.

En Esmeraldas, la reconstrucción tras el invierno se resolverá transformando la ciudad en un centro deportivo de aguas abiertas. Los hospitales del “Nuevo Ecuador” resolverán todas las enfermedades tropicales y, de paso, cerrarán la deuda histórica con la salud pública. Solo falta construirlos.

Mientras tanto, el gobierno prepara una gran cadena nacional donde se expondrá, con gráficos en 3D, todo lo malo que hizo el correísmo. Con dramatismo se anunciará el inminente colapso del proyecto Coca Codo Sinclair, que será reemplazado por una mega obra hidráulica mayor que Itaipú, financiada por un crédito del FMI de 20 mil millones, esta vez sin Carta de Intención, porque, según se dice, el gobierno ecuatoriano tiene «buena reputación» y ningún apuro en hipotecar el futuro.

Así se construye el nuevo Ecuador: con promesas secretas, convenios confidenciales, alianzas invisibles y reformas mágicas. Todo puede cambiar, excepto la fórmula: hacer poco, anunciar mucho, y si alguien pregunta, decir que es “estratégico”.

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