Por: Cristóbal Rodríguez Guerra, Red de Comunicadores Populares de Manabí
Una crisis interna que mina la resistencia política
Empezando por el máximo líder y expresidente de la República, Rafael Correa Delgado, pasando por la presidenta del movimiento, Luisa González, y el secretario Andrés Arauz, así como por los alcaldes de Quito, Pabel Muñoz; de Guayaquil, Aquiles Álvarez; y la prefecta del Guayas, Marcela Aguiñaga, parecería que todos han olvidado lo que significa ser parte de un partido político que se autodefine como revolucionario.
Parecen desconocer —o desestimar— la esencia misma de una organización política: su estructura orgánica, sus principios, sus normas internas, y el rol indispensable del centralismo democrático como método que garantiza la unidad en la diversidad. Parecen olvidar que, en una organización de izquierda, la disciplina partidista no es obediencia ciega, sino consecuencia del debate y la construcción colectiva. Y, sobre todo, olvidan que los problemas no se ventilan públicamente, sino que se procesan en la interna, con madurez política.
Si estos referentes y líderes desconocen y violan estos procedimientos, ¿con qué autoridad moral le exigen a las bases y a los cuadros medios que los respeten? Hoy varios asambleístas anteponen sus intereses personales, sus lecturas académicas, o el oportunismo de turno, por encima de los principios y lineamientos de un proyecto que nació para transformar el país y no para disputar cuotas de poder como cualquier partido tradicional sea este de la mal llamada izquierda o de la derecha.
La razón no necesita gritar. Pero sí advertir: la Revolución Ciudadana vive un verdadero sismo interno, mientras aquella organización de alquiler, como ADN —y su presidente reelecto, Daniel Noboa Azín— se frota las manos y se regocija al ver cómo sus principales opositores se despedazan entre ellos.
El joven bananero y banquero puede hacer maletas con impunidad, viajando por el mundo en su turismo político permanente, mientras en Ecuador la pobreza y la violencia se agravan. Y la oposición que podía pararlo, hoy se desangra en luchas intestinas. Si la Revolución Ciudadana no corrige sus procedimientos, si no vuelve a ser organización, sufrirá consecuencias irreparables.
Porque mientras sigan escogiendo a los/as candidatos/as a dedo —saltándose las primarias (el voto militante), ignorando la democracia interna y confundiendo lealtad con sumisión—, siempre les traicionarán.
Les encanta quienes adulan sin pensar, los que se presentan como “defensores acérrimos” antes de ser candidatos, los lamemuelas. (Por supuesto, hay excepciones).
Mientras tanto, quienes sí critican lo malo, quienes cuestionan para construir, son tachados de “peligrosos” y “futuros traidores”.