Por Cristóbal Rodríguez Guerra, Red de Comunicadores Populares de Manabí

Expulsiones y amenazas de salidas

La cúpula de la Revolución Ciudadana decidió expulsar al asambleísta Sergio Peña de sus filas, mientras que la prefecta del Guayas, Marcela Aguiñaga, tiene un pie fuera de la organización. No se descarta que otras figuras políticas sigan el mismo camino en las próximas horas, como es el caso de los alcaldes de Quito y Guayaquil.

Este sismo interno deja al descubierto lo que muchos desde las bases ya venían advirtiendo: que en la Revolución Ciudadana no se entiende lo que es el centralismo democrático, ni se practica una verdadera disciplina partidaria. No se entiende porque no hay formación política, porque los cuadros dirigentes no se forjaron en el trabajo militante ni en la lucha popular, sino que llegaron a sus cargos por padrinazgo o por su chequera. Y mientras tanto, a los militantes de a pie se les redujo a levantar banderas, pegar afiches, asistir a reuniones aplaudidoras y tomarse selfies con sus líderes inalcanzables.

Decir estas verdades incomoda, pero callarlas es aún más nocivo. Los máximos responsables de este debilitamiento interno tienen nombres y apellidos: Rafael Correa, Luisa González y Andrés Arauz. En lugar de fomentar el debate ideológico y el fortalecimiento organizativo, se han rodeado de aduladores y operadores, olvidando que la Revolución es, antes que nada, un proceso colectivo de conciencia, dignidad y lucha.

Entre aplausos tempranos y traiciones abiertas

Mientras el país vive las consecuencias del fraude electoral, la mentira institucionalizada y la traición de un gobierno que ya eliminó los programas sociales con los que compró votos en campaña, la Revolución Ciudadana —principal fuerza opositora— se tambalea desde dentro.

Aunque sus principales dirigentes han denunciado con contundencia las irregularidades del proceso que reeligió a Daniel Noboa, esa postura no ha sido unánime. Apenas concluidas las elecciones, varias autoridades seccionales se apresuraron a felicitar al mandatario reelecto. Más allá del gesto protocolario, legitimaron un triunfo que el propio movimiento aún no reconoce formalmente. Esa conducta, leída por las bases como oportunismo, cuidado de sus puestos e ingresos económicos o miedo, ha sembrado dudas y desconfianza.

El bloque legislativo: fragmentación y deriva

En la Asamblea Nacional, la situación es aún más grave. El bloque legislativo de la RC5 atraviesa una peligrosa fragmentación: unos respaldan proyectos del gobierno, otros desertan, y varios más amenazan con hacerlo. Este desgajamiento no es casual. Es consecuencia de una estructura debilitada, carente de formación ideológica, sin debate orgánico y víctima de la imposición de candidaturas a dedo, muchas veces provenientes de la misma derecha que se dice combatir.

Mafer Vargas: coherencia entre las sombras

Paradójicamente, una de las figuras más criticadas dentro del movimiento —la asambleísta manabita Mafer Vargas— ha demostrado mayor coherencia que muchos. Inicialmente cuestionada por no tener base ideológica sólida, ha sostenido una postura firme en defensa del pueblo y de los principios de justicia social. ¿Hasta cuándo? No lo sabemos.

Ella misma lo expresó con claridad: “Hay quienes cambian de camiseta. Yo prefiero seguir con la piel marcada por la lucha que me trajo hasta aquí.”

Mientras los “cuadros ideológicos” no saben cómo actuar al interior de su organización los del gobierno disfrutan este desmadre y son otras figuras —nuevas, incómodas, disruptivas— quienes se mantienen firmes en sus decisiones que pueden estar erradas, pero como desconocen el manejo interno de una organización toman decisiones individuales. Y ese fenómeno debe llevarnos a repensar quiénes realmente representan la esperanza del pueblo.

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