Por Pedro Cornejo Calderón
La primera vuelta electoral ha definido con claridad el escenario de la contienda final. Dos fuerzas políticas han captado casi el 90 % del total de votos válidos y ahora se preparan para la gran decisión en la segunda vuelta. La Revolución Ciudadana (RC) y Acción Democrática Nacional (ADN) afinan sus estrategias para consolidar su votación y sumar nuevos apoyos. En esta fase, el voto de quienes no participaron, anularon su papeleta o votaron en blanco será clave, así como la posibilidad de atraer sectores que, en primera vuelta, optaron por otras opciones.
En este contexto, la estrategia de ADN y los sectores de la nueva derecha autoritaria se centra en dividir a la RC e impedir que logre nuevos respaldos, especialmente el del movimiento Pachakutik (PK) y su líder Leonidas Iza. A más de aislar a los gobiernos seccionales afines al correísmo. La campaña ha entrado en una fase de polarización extrema, con el riesgo de que la violencia política y el uso de instituciones del Estado para inclinar la balanza electoral se intensifiquen. La proscripción de candidaturas, la falta de imparcialidad en la administración electoral y la proliferación de noticias falsas muestran una contienda desigual donde la manipulación y el miedo son herramientas recurrentes.
Frente a este panorama, la Revolución Ciudadana ha adoptado una estrategia de unidad y esperanza. Sus primeras acciones tras la primera vuelta han sido agradecer a su electorado, convocar a la ciudadanía a enfrentar el desgobierno de Daniel Noboa y enfatizar que su propuesta de gobierno es para todos. Su mensaje es claro: gobernará con responsabilidad, con un equipo preparado y con la determinación de cumplir lo prometido en su plan de campaña. Para consolidar esta visión, el apoyo de PK es fundamental, ya que no solo fortalecería la coalición progresista, sino que demostraría que Luisa González lidera un proyecto amplio, inclusivo y capaz de unir al país.
El diálogo con PK debe darse en igualdad de condiciones, reconociendo la importancia de sus planteamientos. Cuatro son los puntos centrales que preocupan a este movimiento: la transición hacia un modelo de desarrollo post-extractivista; el acceso a crédito y asistencia técnica para sectores rurales e indígenas; el respeto a los derechos colectivos y organizativos; y, la consolidación del Estado plurinacional y multicultural. Si se superan posiciones rígidas y se prioriza el bien común, existen condiciones reales para un acuerdo que beneficie a las mayorías y siente bases para un proceso unitario de largo plazo.
La RC tiene la responsabilidad de superar los conflictos del pasado y demostrar con acciones su compromiso con los sectores históricamente marginados. Esto implica establecer mecanismos claros y plazos concretos para reducir la dependencia del extractivismo, respetar los derechos colectivos y construir un modelo de desarrollo sostenible e inclusivo.
La derecha autoritaria solo puede ser derrotada con unidad, organización y movilización. No podemos permitir que se profundice el modelo neoliberal que precariza el trabajo, privatiza los servicios públicos y gobierna mediante el miedo y la violencia.
El mensaje final es claro: la unidad es la clave del triunfo. La esperanza vence al miedo, la organización del pueblo derrota a las chequeras y la solidaridad supera el odio. Solo con un pueblo unido y consciente se puede construir un futuro de dignidad y justicia para todas y todos.