Por Mario Cando.
Comenzó de cero. Armada con una sartén y una cocina pequeñas, los cuchillos e implementos de casa y los ingredientes básicos, lo justo para unas pocas porciones: salieron a la venta las salchipapas y las primeras pizzas experimentales. Al esfuerzo le sumó ese concepto colosal integrado por dos letras pero que es el pilar que sostiene todas las concepciones filosóficas, religiosas, metafísicas, espirituales y el torrente de tratados que hablan sobre la naturaleza del ser humano: la FE, y empezó a sumar los pasos por un camino cuyo horizonte aún se veía indefinido, pero ya era imposible detenerse.
Tiempo atrás, en el lugar de trabajo de ese entonces, le faltó 10 dólares para cubrir una pequeña deuda, los pidió prestado a un compañero quien se los dio y de paso le animó: ¿“por qué te conformas solo con el mensual, por qué no emprendes algo, por qué no haces algo, toda la vida quieres ser trabajadora”? La pregunta se clavó en su mente como un dardo que le quemaba todo el tiempo.
Su madre, Olimpia, que no se sabe por qué no le gustaba el nombre que individualizó a la madre de Alejandro Magno, el histórico conquistador griego allá por el año 336 antes de Cristo, le animó en todo momento, “pase lo que pase, nunca te rindas”, le decía; con ese aliento enfrentaron los primeros retos, como los de algunos clientes que al constatar el sabor de las golosinas quisieron y pidieron más, sin saber que en ese entonces la capacidad de producción era limitada, pero el reto era enfrentar el reto y multiplicaron las sartenes, los cuchillos, los ingredientes, los esfuerzos, y lograron la satisfacción de los clientes.
Con el entusiasmo en auge entraron en la pandemia y sus monstruosidades que lejos de amilanarles más bien les fortaleció como familia y como embrionario emprendimiento económico familiar; no obstante, Olimpia se debilitó ante la acechanza del monstruo, se enfermó, pero no del virus, y cesaron sus funciones vitales, no sin antes haber disfrutado los primeros éxitos de su hija Adriana.
Las primeras ventas en el pequeño local arrendado, frente al actual, le dieron la energía necesaria para ir creciendo, a tal punto que sus productos empezaron a ser motivo de las recomendaciones, de la conversación y de la promoción boca a boca, Pizzería Olimpia se posicionaba, pero ahí levantó su sombra una nueva acechanza, la de los estafadores que se aprovechan del éxito ajeno para obtener dinero indebido.
Como publicistas digitales, “influencers” y “expertos” en las redes sociales le ofrecieron de todo, y con sus cantos de sirena le vendieron el “éxito” por anticipado, pero Adriana Arérvalo no vio el trabajo, las publicaciones eran pésimas en calidad visual y contenidos, reclamó a los “empresarios” pero jamás se hicieron responsables y entonces perdió los 4.200 dólares pagados por un paquete publicitario de humo.
Sin embargo, quienes están construidos de persistencia y decisión no se detienen y seguramente alimentada por el permanente consejo de su madre, “pase lo que pase, nunca te rindas”, se encontró nuevamente con el azar, un joven compañero miembro de la iglesia a la que asiste y que en realidad sí conoce el mundo de la publicidad digital y ha posicionado su emprendimiento familiar como marca comercial.
Hoy Pizzería Olimpia, donde Adriana trabaja con sus hermanos, sus hijos y contados empleados, tiene una variedad de productos y golosinas para todos los gustos, inclusive para los más exigentes, la cuestión es dejar satisfechos a los clientes que llegan al vistoso local ubicado en la avenida Pichincha y Alfonso Moreno o a quienes hacen sus pedidos a través del teléfono 0980706096.
Video con tomas de AC Noticias.

