Del muro de Pablo Ochoa
¿Y si la culpa deja de ser de Correa?
¿Y si un día amanecemos sin tener a quién culpar?
¿Y si de pronto, por accidente o por dignidad, alguien dice: “ya pues, hablemos del ahora”?
Y se hace el silencio. Porque sin Correa, no hay libreto.
Sin Correa, toca gobernar. Y eso sí que no.
Porque mientras la culpa sea de Correa,
se puede pasear por Europa sin culpa,
hacer shows sin propuestas,
y seguir hablando de la década pasada
para no enfrentar los desastres de esta.
Y claro, siempre hay un micrófono listo para repetir el mantra:
los sobreprecios, la corrupción, el autoritarismo…
Como si decirlo muchas veces construyera una escuela.
Como si repetirlo en cadena nacional tapara el hambre.
Pero lo cierto es que hay gente que ya no tiene tiempo para odios heredados.
Que quiere hospitales con medicina,
escuelas con maestros,
carreteras sin huecos,
y gobiernos sin excusas.
Y sí, Correa cometió errores.
Y también aciertos.
Pero resulta que el país no está siendo gobernado por Correa hace rato.
Y sin embargo, todo sigue siendo su culpa.
Hasta la gripe del presidente parece culpa de él.
Y si un día, en vez de decir “por culpa de Correa no se ha podido hacer nada”,
alguien dijera: “Hoy hicimos esta carretera mejor que la de Correa”,
“Hoy construimos esta escuela mejor que la de Correa”,
“Hoy fuimos mejores que Correa”.
Pero no. Para eso hay que hacer.
Y hacer implica equivocarse.
Y equivocarse es peligroso cuando se gobierna a punta de encuestas.
Así que mejor no hacer nada.
Mejor seguir culpando.
Aunque claro… también podríamos asumir que el problema no solo está en el Palacio,
sino en el espejo.
Porque votamos con odio.
Elegimos con rabia.
Confundimos castigo con justicia y propaganda con gestión.
Buscamos salvadores que nos hablen fuerte, aunque no sepan hacer nada.
Y terminamos repitiendo el ciclo, cada vez con más cinismo y menos esperanza.
Y si la culpa deja de ser de Correa…
y empezamos a asumir que ahora el problema también somos nosotros?
Nosotros, que votamos con odio y elegimos con miedo.
Que confundimos venganza con justicia, y show con solución.
Que buscamos protectores que nos hablen duro,
aunque después no sepan qué hacer con el poder.
Nosotros, que aplaudimos cuando castigan al que odiamos,
aunque luego nos gobierne el que no entiende ni lo que firma.
Porque sí, Correa cometió errores. Muchos.
Pero ya basta de usarlo como excusa nacional.
Porque si después de tres gobiernos seguimos culpándolo a él,
el problema ya no es él.
El problema es que nadie ha sido mejor.
Hoy los errores tienen nuevos autores.
Hoy la inacción tiene nuevos rostros.
Hoy la decepción tiene nuevos discursos,
más maquillados, más modernos.
Entonces, sí.
¿Y si la culpa deja de ser de Correa?
Y si, de una vez por todas, la culpa empieza a ser nuestra.
Por creer, por callar, por repetir.
Por conformarnos.
Por no exigir que, al menos, nos gobiernen mejor que Correa.
Porque si no pueden ser mejores,
¿para qué carajo querían el poder?
El problema es que nadie ha sido mejor.
Y peor aún:
el problema es que tampoco lo exigimos.